El Equipo Técnico de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC) ha venido desarrollando en el último año un proyecto de memoria campesina y protección de derechos para la paz, que ha significado la posibilidad de adentrarse en las entrañas de la Colombia rural que muchos colombianos desconocen pero que clama ser escuchada y reconocida.

Si bien el proyecto tenía unos objetivos específicos sobre la construcción de la memoria histórica de la ACVC y la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra (ZRC-VRC), y la elaboración de protocolos de protección y autoprotección para sus comunidades, al llegar a estos territorios se hacen evidentes las problemáticas estructurales que se viven en las zonas rurales en todo el país. El acueducto, la educación, la luz y las vías de acceso siguen demostrando la ausencia estatal y la brecha entre las ciudades y el campo colombiano.

Al interior de la ZRC-VRC relucen hermosos paisajes de gran riqueza natural conformados por la inmensa serranía de San Lucas. El avistamiento de aves y especies salvajes, y las altas temperaturas generadas por su nivel de humedad son tan solo comparables a la fortaleza y liderazgo de las mujeres y hombres que en medio de la guerra y el olvido han permanecido en el territorio.

Nos encontramos con muchos campesinos y campesinas que veían en este espacio la primera oportunidad de contar desde sus propias voces la experiencia de la guerra, una oportunidad de recordar y contar sus historias de vida que solo fue posible gracias a la firma de la paz el pasado noviembre de 2016; hoy sin embargo aún se siente el temor de que los testimonios los conviertan en objeto de victimización.

En cada una de las veredas a las cuales llegamos la gente fue bastante acogedora, algunos nos miraban con curiosidad, otros con desconfianza, pero al enterarse del motivo de nuestra presencia, muchos optaban por acercase a pesar del poco conocimiento que se tiene de la ACVC. Al implementar las metodologías nos dábamos cuenta que muchas personas no sabían ni leer ni escribir, lo que hizo necesario hacerles acompañamiento personalizado en algunas de las actividades, lo que permitió mayor acercamiento a sus sentires y relatos.

Uno de los elementos metodológicos aplicados en los talleres fue la línea del tiempo, la cual implica identificar fecha, lugar y el modo en el que se dieron los hechos victimizantes. Aquello representó la posibilidad de abrir una puerta que muchos habían preferido cerrar para siempre, por los sentimientos de tristeza y nostalgia que traen aquellas épocas de violencia, en contraste con los días de prosperidad antes de la guerra; esto pudo evidenciar el silencio como el mecanismo más poderoso que habían instaurado los actores armados: estaba prohibido hablar de lo sucedido y por consiguiente dar lugar a todas las emociones propias de tales actos de barbarie que nunca debieron ocurrir.

“La memoria es importante porque eso divulga para las nuevas generaciones, así como para otras regiones, para darles a conocer a ellos la formación que tenemos acá en este territorio, para que ellos tengan más conocimiento y más garantías de mantenerse en sus territorios”, señala un líder comunitario aserrador en el sur de Bolívar.

Al recorrer estos territorios también conoces una realidad que algunos solo hemos visto por medios de comunicación tradicionales, la lucha que hace décadas viene enfrentando el Estado colombiano con la erradicación de cultivos de uso ilícito, que se han convertido en prácticamente el sustento de la gran mayoría de familias campesinas, y que adicionalmente se ha transformado en una de las principales causas de la pérdida de su identidad; en muchas ocasiones llamaba la atención el hecho de que el transporte que ingresa a las veredas llevase bultos de plátano y yuca, evidenciando la precaria situación frente a la producción agrícola que se vive en estos territorios.

Según algunos de los campesinos y campesinas de la ZRC-VRC en el sur de Bolívar, la coca ha significado para ellos una posibilidad de superar la brecha entre el campo y la ciudad, sin embargo reconocen que es plata mal habida y que por eso no ha quedado nada de aquella épocas de bonanza que parecen haber desaparecido. No obstante, para muchos que aprovecharon significó la posibilidad de enviar a sus hijos a estudiar y tener casa propia en la cabecera municipal. Solo queda decir que la coca y el conflicto afectaron fuertemente la identidad campesina ya que los obligó a abandonar la siembra de productos básicos para sobrevivir. La sombra del narcotráfico se había apoderado de las tierras de sur de Bolívar en toda su inmensidad.

Aunque es de destacar que en ese camino también se encuentran campesinos que jamás sembraron un mata de coca, que le apostaron a cultivos como al cacao y al aguacate, y que a pesar de no ser tan económicamente viables como lo ha sido la coca, les ha generado cierta tranquilidad. No obstante esto nunca los apartó de los efectos de las aspersiones con glifosato. Ningún campesino desea volver a sufrir los males del glifosato en sus cuerpos, en sus aguas, ni en sus cultivos de pan coger.

En la vereda de Puerto Matilde, municipio de Yondó (Antioquia), encontramos la bufalera; en la vereda La Unión, municipio de San Pablo, al Sur de Bolívar, hay una trilladora comunitaria y además se puede visitar la casa de la Mesa Comunal por la Vida Digna, en la cabecera municipal. Estos espacios productivos y de encuentro de las comunidades representan mecanismos de resistencia para que los campesinos y campesinas puedan mantenerse en el territorio. Uno de los principales objetivos de la ACVC en la región del Magdalena Medio ha sido fortalecer ese arraigo en el territorio y la conservación legítima de la ZRC-VRC como elemento bandera de la reparación colectiva.

“Hoy, afortunadamente, la ZRC-VRC afortunadamente se convierte en una figura que nos da un respaldo tan grande como legitimidad, autonomía en el territorio; y la figura en este caso genera varios elementos que en este caso, para la reparación, deben ser tenidos en cuenta, como el daño que le causa a la región la suspensión de la zona de reserva campesina casi que por ocho años, generándole un conflicto que nosotros denominamos la expansión del latifundio en la región”, indica Gilberto Guerra, fundador de la ACVC.

En el marco de este proyecto se adelantó la solicitud del proceso de reparación colectiva para la ACVC, frente a esto se han generado bastantes expectativas en la comunidad, y ha permitido afrontar los problemas estructurales que padecen los territorios, y a los cuales muchas veces los entes institucionales territoriales han dado la espalda, marcando cómo objetivo la ampliación de la ZRC-VRC, siendo esta una figura territorial que debe generar garantías hacia los derechos del campesinado y su permanencia en un territorio que siembre paz y dignidad.